martes, 9 de mayo de 2017

El Wam y las imprescindibles mañanas de festival

La experiencia es el arte de dosificar. Dicho de otra manera, el margen de una retirada a tiempo, en un festival, hace que, a parte de evitar resacas excesivas e innecesarias te permitas el lujo de disfrutar de los matices matutinos de la ciudad en la que estás. Ya sabéis: turismo, gastronomía... y si la organización del megaevento es inteligente: Conciertos en la calle.

Quejicas y críticos hay en todos lados, pero el espíritu sociológico de un festival, subyace de las relaciones interpersonales del vermú musical. Allí, a parte de sol y refrigerios, hay personajes de todas los rincones de la geografía peninsular buscando puntos en común entre si. 

Encuentras a una gallega, con otro gallego al que acaba de conocer, un vasco, un valenciano, un profesor de Universidad hablando del mundo con un parado, uno de esos amigos circunstanciales que te encuentras de festival en festival, el amor que nunca surgió, la efusividad que no tendrías nunca un lunes en tu trabajo, las ganas de bailar sin nada que te reprima... y, lo mejor, grupos que suenan de puta madre, a los que antes de que las masas adoren, ves ahí, in situ, fogueándose ante los verdaderos amantes de la esencia de la música.


Desayunamos con Garaje Florida, vimos al Dr Sapo lidiando con los más pequeños,  nos tomamos el primer vermú con Lígula mientras los viandantes autóctonos se dirigían, mirándonos de reojo, al Corte Inglés. 

Después, buscamos estabilizadores estomacales en la farmacia, y encontramos, por fin, el sello diferenciador de los Baltimore, en un final de mañana aderezado con marineras viendo a Los Mambo Jambo, transformando la plaza de la Universidad en una playa con muchas olas y dando el toque perfecto de Sótano al color previsible de la mayoría del cartel.. y el sumun de quienes vamos un poco más allá del manido indie, ver un concierto de un grupazo como The Excitements alegrándonos el vermutheke con sus vientos, su aire soul y esa maravillosa voz de Koko-Jean Davis que nos llega a la patata y nos hace arder como los sobacos trajeados de los músicos que la secundan a la perfección.

Y te sigues encontrando con gente: la Marilyn murciana, una ardilla, la mitad del Eat My Soul, el frutero de la esquina, Jesuso, Palomo (otra vez) y para cuando te das cuenta, estás hablando de psicología en una mesa repleta de zarangollos, ensaladas murcianas, michirones, delicias de cordero... y para acabar, un paparajote con un café de puchero.

Sin quererlo, te has inmiscuido en la cultura murciana, has conocido gente nueva, grupos que darán que hablar, nuevas variedades de vermú casero y estás preparado para la segunda parte de la historia, una tarde con L.A, Clara Plath, Delorean, el Chinarro y quién sabe qué cosas más.

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