lunes, 13 de abril de 2015

Jugando a descubrir a Viva Suecia, Royal Mail y Pepecontrapepe

Muchos tienen miedo a inventar, a cambiar, a encontrar algo desconocido y compararlo con lo que, supuestamente, ha tenido hasta ese momento. Pero descubrir es un divertido juego al que los melómanos más frikis nos pasamos la vida jugando.
 
Quizá por eso, a estas alturas, hemos aprendido, ya, que un buen concierto suele ser la escusa perfecta para reencontrarte, o conocer mejor, a esa gente a la que al resto le gusta denominar: rara, barbudos, excéntricos o bohemios.
 
Y como a estas iniciativas diferentemente maravillosas, sólo se suelen apuntar 30 ó 40 personas, empatizar se convierte en una regla más fácil de cumplir. 
 
Puestos a jugar, nosotros somos más de buscar los puntos en común que las siete diferencias, así que nos sentimos más cómodos mimetizándonos con suecos, dos pepes y unos cuantos granadinos en una caja negra, que gastándonos los cuartos en posturear lo que no somos.
 
Llegamos un poco tarde, porque la empatía nos había entretenido más de lo debido, con los cantautores de la explanada en el taller tumbao. Suerte que, habíamos sido previsores, y teníamos a una enviada especial en la sala, que nos ratificó que el concierto de Viva Suecia había estado a la altura de sus expectativas y se había parecido a las dos veces que hemos tenido la suerte de verlos en Murcia.

 
Little Rose, nuestra fotógrafa ocasional, nos ha prometido  una crónica a la altura del amor que ella siente por estos chicos de esa provincia a la que tanto amamos. Nosotros llegamos con el tiempo justo para involucrarnos en ese sonido envolvente que tanto nos recuerda a los inicios de los planetas.
 
Aunque más que en el calor del motor de un autobús, cuando escuchas el directo de Viva Suecia, sientes el frío nórdico del mar del norte, mezclado con la distorsión de caramelo de un café de puchero con una gota del modernismo poético de las letras que riman con la realidad que cualquiera de vosotros vive en la vorágine de los palos y las piedras de nuestro día a día.
 
Como nosotros no somos carne de rutina, preferimos ser agradecidos, reeditar uno de los mejores ep´s del año pasado y devolver el favor saltando como si el mundo se fuera a acabar, a la vez que suena el último acorde de "los años" y tus oídos se sienten huérfanos de la heterodoxia de la que veníamos huyendo.

Tras el atracón de buena música, utilizamos una de las trescientas cuartadas, para tomarnos una cervecita en la barra, que habían montado en el exterior, con motivo de la feria del diseño, y recopilamos buenos ratos e impresiones.

Cuando nos faltaban apenas dos tragos para apurar la caña, escuchamos unos acordes de guitarra incitándonos a volver a la oscuridad del interior. No conocíamos a PepecontraPepe, pero puestos a hablar de rarezas, la noche necesitaba cierta irracionalidad para ratificar lo que muchos pensaban de los presentes.

Así que, como coincidimos con el cantante en eso de que "no estamos dispuestos a equivocarnos", vimos pasar deprisa unas cuantas canciones tocadas con dos guitarras: una eléctrica con aire desafinado y una acústica envuelta con una voz reflexionando, en verso, cotidianidades de enanos.

Por un momento, se entremezclaron recuerdos de Bassmatti, con el ñoñismo más recalcitrante de la bella Easo. Luego, como nos pasa con el gran Giorgio, reinventamos el concepto de enamorarse con la crudeza inanimada de las letras y nos quedamos con esa sensación ruda de los que nunca aprendimos a bailar como es debido.

Para cuando nos dimos cuenta, volvíamos a jugar a descubrir y convertíamos en familiar un sonido que hasta entonces nunca habíamos escuchado.

Royal Mail, nos ratificó que la música granadina sigue gozando de muy buena salud. Seguro que si el Unbuendía no hubiera cerrado, estos chicos habrían apalabrado otro par de fechas en Alicante y todos los inconscientes que se habían quedado en casa, hubieran tenido la posibilidad de enmendar su error, viéndolos en directo.

Al fin y al cabo, cuesta encontrar un sonido tan fresco y, más aún, tener la suerte de degustarlo, prácticamente, en exclusiva. Hechos como este hace que uno, aparte de raro, se sienta enormemente privilegiado, como si ese lugar más allá de las estrellas que describen en una de sus canciones estuviera reservado para 20 o 30 escogidos entre los que nos encontrábamos.

Esa gente que teme encontrar cosas nuevas, se pierde, mientras reproduce rutinas de viernes, sensaciones únicas e irrepetibles que quizá nunca se vuelvan a dar. Ver a un grupo disfrutar de la que está tocando, hace que te contagies y que una semana de mierda en la que lo que ni el dinero, ni el boxeo, ni discutir han solucionado, se quede en una anécdota cuando abrazas a un humilde cantante y os autoagradecéis mutuamente, el hecho de haber inventado un subidón derivado de un parapapapapapa repetido, que os acompañará a ambos, durante el tiempo suficiente para volver a encontraros con otra de esas rarezas que os convierten en barbudos, bohemios, excéntricos o raros...
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario